El Gobierno Nacional le apuesta a Trump, así sea rompiendo la línea de interlocución bipartidista que ha regido las relaciones entre los dos gobiernos. De esa relación se ha producido una caricatura, en vísperas de elecciones presidenciales en los Estados Unidos que pone a Obama, Biden y Santos de aliados del narcotráfico (Trump: “…se rindieron ante el narcoterrorismo”). Espejo de las ansias internas del Centro Democrático de “hacer trizas” el proceso de paz y de colocar su defensa en el terreno del castrochavismo. ¡Biden, Santos y Obama, comunistas!
Los aspirantes a candidatos presidenciales del CD buscan, de forma grotesca, parecerse a Trump en estos días de muertos injustificables a manos de miembros de la fuerza pública. Consideran que les da puntos.
La apuesta, de esas que queman las naves, de aliarse con la línea del presidente que ha puesto en peligro la democracia mundial, que ha prometido no reconocer los resultados electorales en caso de que le desfavorezcan, podría, sin embargo, salirle bien al Gobierno.
A menos de 40 días de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, Biden aparece liderando las encuestas tanto del voto a escala nacional como los del Colegio Electoral. The Economist, que actualiza a diario sus pronósticos para las elecciones de los EEUU con base en un sofisticado modelo electoral, considera que, a hoy, con una probabilidad de 85%, Biden obtendría 334 votos del Colegio, es decir, 64 por encima del mínimo necesario para ganar la presidencia.
En la misma línea, el portal fivethirtyeight, que analiza procesos de la política, el deporte y la ciencia a partir de su vocación de análisis estadístico y matemático, le atribuye a Biden 331 votos del Colegio Electoral.
No obstante, cualquier cosa puede pasar cuando la distancia entre los dos candidatos no es suficientemente amplia. Desde un triunfo de Trump, hasta la negativa de éste a reconocer un resultado adverso, como ya lo ha anunciado o, también, un desinfle de Biden en ciertos segmentos de votantes.
Trump, con el manejo de la pandemia, debería estar ya derrotado. Sin embargo, no es así. Las encuestas, según el mismo portal, le dan un 43% de favorabilidad, con una leve tendencia a aumentar. Es una proporción considerable, teniendo en cuenta el pésimo manejo de la pandemia con los más de 200 mil muertos por el covid. Su reticencia al uso del tapabocas, la ausencia de liderazgo alrededor de medidas como las del distancimiento social y, en general, su desprecio por la ciencia, debían haber sepultado, hace rato, sus posibilidades de repetición.
Su campaña pretende girar alrededor de fórmulas simples que sus adeptos le compran. En esta época de protestas motivadas por la brutalidad policial, que han culminado en los asesinatos de varios ciudadanos afroamericanos, en las que no faltan brotes de violencia, Trump le apuesta a ser el presidente de la ley y el orden. Consigna que, para muchos resulta atractiva. En cuanto a la pandemia, la receta es que los chinos tienen la culpa. Se suman, por supuesto, las descalificaciones a Biden, atribuyéndole senilidad, y otras alusivas a su desempeño, dizque de izquierda, en la política.
Sin embargo, el recetario no es lo que explica el apoyo a Trump. Es, principalmente, la base de trabajadores blancos con menos educación, golpeados durante las ultimas décadas por los procesos de gobalización y automatización, a los que los mismos demócratas no los pararon bolas en su momento. No importan las barbaridadees ni las miles de mentiras deTrump, ni los testimonios de sus propios funcionarios, incluyendo exsecretarios de estado y defensa. Son incondicionales culturales, que aceptan los postulados xenófobos y racistas de su líder, a quien ven como alguien que verdaderamente les representa.
Por supuesto, no solo son ellos. Entre muchos, por ejemplo, grupos de latinos en la Florida, también le apuestan; Marco Rubio parece ser el conector entre la línea ubérrima y la movilización del voto en la Florida por Trump.
Nadie sabe si los días posteriores al 3 de noviembre se conviertan en jornadas violentas. Grupos armados de extrema derecha y sus contrapartes ya están haciendo sus pinos en las manifestaciones. La polarización es un hecho que, independiente de si gana Biden, un demócrata bastante moderado, seguirá vigente. Allá como acá.
No obstante, un triunfo de Biden traería aire fresco a aquella parte del mundo que opta por el respeto a la vida y la defensa de la democracia.