Por: Luis Ospina
Además de la pandemia que evidenció la fragilidad de todo el sistema estatal, cientos de personas están en las calles protestando porque sienten que sus condiciones de humanidad se resquebrajan y pierden el control sobre sus propias vidas.
Si bien apoyo la protesta válida y legítima, también rechazo los desmanes de la fuerza pública hacia los manifestantes (una gran mayoría de las universidades), así como la de algunos pocos (no creo que sean universitarios) contra aquella. Tampoco estoy de acuerdo cuando se dice que los “vándalos” (palabra que no me gusta) están acabando con esta Nación. Pero, repetir esto hasta el cansancio es desviar la atención de lo que muchos no quieren darse cuenta.
Me aventuro a expresar mi lectura de la situación actual. En el artículo 1o del Título I de Constitución Política de Colombia (CPC/91) se lee que “Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática y participativa…” Dos preguntas: ¿qué tan efectiva es para los ciudadanos la garantía respecto de la protección de sus derechos?, y ¿qué tanta capacidad instalada tiene el Estado para sostener una protesta como la que se da por estos días?
Cuando se le dio luz verde a la Constitución, hace ya 30 años, se pensó que era necesario suplir la ausencia de espacios para que la sociedad civil participara en la cosa pública, lo que había generado una violencia que duró poco más de cuatro décadas. Dos ejemplos: en 1975 se presentaron cerca de 800 protestas debido al incumplimiento de las propuestas de apertura política y de reforma social, prometidas por López Michelsen; y luego el Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala terminó justificando la persecución política de quienes se le oponían a su gobierno.
Se pensó, entonces, que la nueva CPC sería la mejor herramienta de pacificación. Pero las respuestas de los ciudadanos en las calles demuestran que la Carta Magna no los protege y no evita las protestas, lo que hace ver que el Estado no cuenta con la capacidad suficiente ni de infraestructura ni de recursos económicos para contener las protestas; prueba de ello, por ejemplo, es que el déficit fiscal le obliga a financiar empréstitos y tiene que acudir al FMI, y… ¿en dónde queda su autonomía política? Las capacidades de un Estado se miden por las respuestas a las demandas de políticas públicas que hacen los ciudadanos. Este hecho es un grave problema para los gobiernos, máxime porque les importa muchísimo seguir en la lógica de la política mundial de sostener una disciplina financiera que les permita permanecer en el Club.
Ahora, a mediados del 2021, de nuevo, los ciudadanos salen a las calles indignados. Quizás no todos los manifestantes tienen plena claridad sobre lo que quieren, pero sí creo que saben qué clase de Estado y qué país no quieren. No quieren más partidos políticos rancios –además están fracturados (muchos de sus militantes se han convertido en disidentes)–; no quieren fumigaciones con glifosato que destruyen el ecosistema y la vida de cientos de campesinos; no quieren un sistema de salud que se ha privatizado y que renta con la enfermedad colectiva de los ciudadanos; no quieren ver cómo siguen asesinando a líderes sociales, y al Gobierno sólo se le ocurre poner recompensas; no quieren ver cómo se les frustra a miles de jóvenes el camino para ir a estudiar en las universidades…
Por esto, no puedo dejar de pedirles a las universidades que cumplan su deber ciudadano, sobre todo porque buena parte de los manifestantes son sus estudiantes. Juntos deben pensar y diseñar propuestas de resolución de los problemas estructurales que están destruyendo las esperanzas de los ciudadanos. Es claro que ellas no toman decisiones finales, pero no deberían dedicarse exclusivamente a sus cuadraturas disciplinares. No echen en saco roto que los estudiantes se están haciendo ciudadanos en las calles. Y esto es parte de lo misional de las universidades. No los pueden dejar solos exigiendo, en últimas, que se cumpla la Constitución Política de Colombia. Para eso se hizo.
Publicado en: La Patria
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